miércoles, 7 de septiembre de 2011

Futuros

Una de las primeras cosas que oyes cuando entras en el "club" es que no existe la bola de cristal. Y ya te digo yo si la echas de menos, sobre todo al principio, cuando la incertidumbre te rodea como una niebla espesa y las preguntas no dejan de surgir.
Poco a poco te vas acostumbrando a ese futuro borroso y poco definido y aprendes a convivir con miles de preguntas a medida que algunas pocas obtienen respuesta; "es sólo cuestión de paciencia", te dices.

Entonces tienes otro niño (o niña) de esos que llaman "normales" y mientras crece, de manera inconsciente se va formando una imagen de su futuro. Ves a otros niños mayores e imaginas al tuyo en esa situación... ¿tendrá el pelo largo? ¿le gustará el fútbol? ¿saltará a la comba o preferirá la goma? ¿cómo será su mejor amiga? ¿le gustarán más la letras que las ciencias? Y las respuestas a esas preguntas, o más bien, las respuestas que te gustaría que esas preguntas tuvieran conforman esa foto.

El problema con Javier es que no te cruzas todos los días por la calle con esos atisbos de lo que puede ser su mañana. Bueno, para ser sincero de vez en cuando sí que ves algo en la tele o ves pasar a alguien por la calle y no puedes evitar poner a Javier en esa situación. Pero casi automáticamente lo descartas porque "no existe la bola de cristal" y "cada niño especial es un mundo".  El futuro no está escrito. Para algunos.

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